Era un domingo de algún otoño, transcurrían entre las 15.30 y las 17:00 horas, el clima estaba excelente (como para tomar mates en algún lugar al aire libre, en ojotas, short y pulóver), el cielo estaba aún cubierto por desdeñosas nubes grises, reminiscencia del chaparrón ocurrido aquella mañana. La ruta 16 estaba curiosamente poco transitada. Aceleraba perspicaz la Ford modelo 72 que heredé de mi abuelo, azul marino exterior e interior, excepto los asientos de cuerina negra curtida por los años y los glúteos (vestigios de almohadilla por doquier), alcanzaba una velocidad máxima unos 70 kilómetros por hora si querías que llegue a destino entera. Me dirigía en ese momento a la casa de un amigo que vivía en la ciudad consiguiente, a unos veintiséis kilómetros de distancia de mi ciudad natal. Tuve suerte de que no hubiera aquel día control policial o de tránsito, ya que mi deplorable condición de argentino de algún modo me obligaba a viajar con la licencia de conducir vencida, el segur...
Comentarios
Publicar un comentario