El Ocio Legal
Llevaba cierto tiempo investigando el sistema endocannabinoide, cuando Steven, un amigo, me presentó una cuestión no menos importante y misteriosa: hacía varios meses que dejaba tucas en determinados lugares de su patio, y desaparecían sin dejar rastro. Debatimos la posibilidad de que hayan sido arrastradas por el viento, comidas por los perros e incluso quizá las fumaba y no podía recordarlo (la pérdida de memoria es común en consumidores recreativos). Él negaba toda posible explicación alegando con certeza la existencia de un ente: "un goblin" más precisamente, un duende mitológico protector de la naturaleza. En un principio lo absurdo de la idea me dió gracia, pero por la seguridad de su convicción accedí a la pesquisa.
Pasamos un día entero sentados en su patio fumando y tirando tucas en el suelo, debatiendo sobre la posibilidad de acceder a lo absoluto en los sueños o sobre qué tipo de movimiento sería coherente si montamos el rey sobre el caballo en un tablero de ajedrez. De repente, por acto de la imaginación o de la pálida, una de las tucas se eleva lentamente sobre nosotros y un pequeño ser se manifiesta, de unos cincuenta centímetros, espalda ancha y extremadamente moreno, la piel de sus manos y pies (y rostro) era áspera y acuchillada, las uñas rotas y sucias, vestía una especie de aljuba corta verdosa y mugrienta, abotonada en la cintura hasta el pecho con alfileres de oro en forma de pájaro. Se movía rápidamente, con habilidad prodigiosa, nosotros estábamos completamente desconcertados, sin realizar movimiento alguno lo seguimos con la mirada, y esperamos. En un momento se detuvo, y comenzó a recitar con voz ronca y trémula un extraño lenguaje similar al pársel, imprvisó sobre la tierra del patio una especie de símbolos que parecían futhark antiguo, acto siguiente nos hizo una seña cerrando la mano derecha, apretando la yema del dedo pulgar sobre la yema del índice y lo acercó lentamente hacia su boca, fue lo único que claramente pudimos comprender: quería fumar porro.
Abrí rápidamente mi caja con los papelillos y los filtros, pero los nervios (y acaso el miedo) no me permitían controlar los movimientos, tenía las manos temblorosas, y una gota de sudor en la sien bajaba lentamente. De repente una risa burlesca rompió el silencio:
-"¡Ja!, armalo tranquilo, no pasa nada", dijo con voz clara y chillona, diferente de la primera.
-"Les estaba tomando el pelo, armá eso que tenemos que conversar sobre ciertas cosas".
Levanté la cabeza frunciendo las cejas, y extrañado, lo miré fijamente, sonrió. Giré para ver a mi amigo, que con tono serio y aparentemente tranquilo (disimulando los escalofríos de su espalda) me dijo "armalo rápido, que tengo curiosidad".
Permanecimos callados mientras terminaba de sellar el papelillo con saliva, lo encendí, fumé sólo una seca (necesitaba lucidez), se lo pasé a Steven, que consumió como si tuviera la certeza de que sería la última vez; y lo pasó. El duendecillo lo terminó de una sola pitada y mientras exhalaba el humo nos explicó que el universo está dividido en dos partes, una visible y la otra invisible limitada por los sentidos, de no mediar estos, lo veríamos tal cual es, infinito y eterno. Nos aseguró que históricamente nuestros sistemas teológicos y propuestas metafísicas fracasaron porque la inteligencia y el lenguaje son herramientas muy limitadas para comprender la realidad, las diversas realidades, prosiguió diciendo que no podemos operar sobre las leyes naturales a nuestro antojo hasta no comprender que hay un solo sujeto, anónimo e indivisible y forma parte de cada objeto del universo como los órganos en un cuerpo o elementos de un átomo. Sacó una especie de cigarro rústico del bolsillo de su chaqueta, improvisado en hojas secas de un color ámbar extraño, dijo que una pitada nos daría la configuración anímico-espiritual necesaria para comprender lo eterno, estiré la mano para examinar el objeto y sentí de repente un temblor, todo oscureció.
Abrí los ojos torpemente, pude divisar la pila de ladrillos contra el muro y los troncos de los árboles entre la oscuridad, ya era de noche. Steven me dijo que caí en sueño durante una charla sobre el ajedrez y me había dejado dormir un par de horas, me despertó con la gran noticia de que en Argentina se acaba de legalizar el autocultivo medicinal y terapéutico de marihuana, armamos un porro para festejar.
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