Nebulosa

 Carlos Román era el nombre del padre de mi padre, metafísico y sabio como todo anciano, tenía como pasatiempo cargar tabaco y hachís en su pipa Crisol antigua para luego conversar acerca de sus cosmovisiones, tal como su amigo y artista favorito Xul Solar. De su basta imaginación emanaban innumerables pensamientos mágicos y es justo en este tema donde quiero centrar mi relato: su idea acerca del pensamiento.

Mi abuelo defendía enérgicamente que el pensamiento era una entidad independiente de nuestra existencia, lo definía como una nebulosa del cosmos, tal vez influida (pero no generada) por los agujeros negros supermasivos, con cualidades diversas y poco conocidas, de las cuales el cerebro humano, en un momento determinado (entre los 2 y 3 años de edad) podía codificar ciertas partes. Si tuviera que usar mi burda imaginación para dar un ejemplo concreto de esta noción, diría que el cerebro, alrededor de los 2 años de desarrollo es como un router que gestiona el tráfico de datos, pero dichos datos no surgen del router en sí mismo, sino de la red informática universal (lo que sería el pensamiento para mi abuelo).

El viejo decía también que el pensamiento es la rodilla de Dios (haciendo referencia a que es sólo una parte de él) y que a lo que los físicos denominan energía oscura es solo una de las cualidades observables (y tal vez algún día medibles) del pensamiento, y que era la causa de la constante expansión del universo, esto se evidencia en la propia posibilidad que le brinda a nuestro cerebro de aprender cosas de forma continua e indeterminada (es decir, la expansión de la consciencia).

Yo solía preguntarle a mi abuelo cómo construía estas ficciones, él siempre respondía lo siguiente: “cuando estoy solo en el patio fumando, un pequeño ser se manifiesta, mide unos cincuenta centímetros, de espalda ancha y extremadamente moreno, la piel de sus manos y pies (y rostro) es áspera y acuchillada, tiene las uñas rotas y sucias, viste una especie de aljuba corta verdosa y mugrienta, abotonada de la cintura hasta el pecho con alfileres de oro en forma de pájaro. Él me cuenta todo lo que sé sobre el universo”.

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