Viaje
Era un domingo de algún otoño, transcurrían entre las 15.30 y las
17:00 horas, el clima estaba excelente (como para tomar mates en algún lugar al
aire libre, en ojotas, short y pulóver), el cielo estaba aún cubierto por desdeñosas
nubes grises, reminiscencia del chaparrón ocurrido aquella mañana. La ruta 16
estaba curiosamente poco transitada. Aceleraba perspicaz la Ford modelo 72 que
heredé de mi abuelo, azul marino exterior e interior, excepto los asientos de
cuerina negra curtida por los años y los glúteos (vestigios de almohadilla por
doquier), alcanzaba una velocidad máxima unos 70 kilómetros por hora si querías
que llegue a destino entera. Me dirigía en ese momento a la casa de un amigo
que vivía en la ciudad consiguiente, a unos veintiséis kilómetros de distancia
de mi ciudad natal.
Tuve suerte de que no hubiera aquel día control policial o de
tránsito, ya que mi deplorable condición de argentino de algún modo me obligaba
a viajar con la licencia de conducir vencida, el seguro atrasado un mes y las
luces delanteras quemadas. Se preguntarán por qué decidí llevar a cabo tremenda
odisea, el motivo fueron las famosas OG Kush de Dinafem, con dos meses de
curado que mi amigo me había invitado a degustar ese día más temprano; lo medité
durante un segundo, tomé la ropa que tuve a
mano y salí de mi casa con urgencia tal, que despertaría la preocupación
incluso de Vladimir Putín.
Al arribar al sitio de la liturgia, Rudolf (mi amigo, descendiente
de judíos según su propio parecer) me esperaba en la vereda, con la mirada
clavada hacia el sur, cuando de ese lado era contramano, se percató de que yo
venía en dirección contraria cuando escuchó la serenata al tercermundismo que
emana el motor de 6 en línea unido al eje delantero mono-haz. Nos saludamos
con un ademán de moda, seguido de un choque de puños.
Subimos a su departamento y ahí estaba
el frasco que contenía la maravilla de california. Resolvimos armar un blunt
entre piedras papel o tijeras. Llegado el momento encendí un fósforo de
cáñamo que un conocido me trajo de un viaje a Cuba, y para qué describirles el
sabor si lo que más confuso me tiene son sus efectos, después de dos largas secas
supe que era suficiente, se lo pasé a Coco (pseudónimo de Rudolf), y me recosté
sobre el diván, mi cuerpo lánguido se relajaba hasta incluso parecía lentamente
derretirse, en ese instante perdí el conocimiento.
Me desperté y era un domingo de algún otoño,
transcurrían entre las 15.30 y las 17:00 horas; mi amigo Rudolf, que vive en la
ciudad consiguiente a la mía, me escribió vía whatsapp invitándome a degustar
unas OG Kush de Dinafem con dos meses de curado, ¡tengo que alistarme y salir
de inmediato!
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