Arte en el vicio
Para catar un cogollo debemos dividirnos en tres etapas olfativas, el primer olfato consiste en acercar la flor a la nariz hasta rozarla para percibir sus aromas externos, si se cierran los ojos se percibe mejor. El segundo olfato debe ser en movimientos circulares cerca de la nariz, presionando la flor con los dedos para que se rompan algunos tricomas y desprendan más aroma entre ellos. El tercer olfato se degusta ya con un picador limpio moliendo el cogollo dentro de él para liberar todos los aromas que versan desde frutales a maderados, con tonos pimienta o pino, incluso tierra o miel.
Antes de prender se pita el porro (en forma profunda, corta y repetida) así percibimos los sabores del cogollo en su estado natural.
Llega el momento de encenderlo (prefiero los fósforos particularmente) se pita lentamente para que el porro no se queme tan rápido y se perciben los primeros aromas cuando el humo pasa por las papilas gustativas, absorbemos el humo dejándolo ingresar a los pulmones. El segundo sabor se percibe cuando exhalamos el humo, por la lengua, y percibimos otros matices si lo expulsamos por la nariz; los sabores que queden en la boca son denominados retrogusto, se mezclan diversos más amargos que los iniciales.
Sucede algo similar con los procesos en la cata de los vinos, los puros, la cerveza, etcétera.
Todo vicio tiene su arte, todo es político, todo es mental.
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